Te conocí en un bazar

entre cuadros, y revistas, camisetas, discos y jeans

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jueves, noviembre 03, 2011

Reflexiones sobre el trabajo de Teresa Burga


Este año la revista Somos cumplió 25 años y editó un número especial en el que resumió su visión del Perú en las categorías en las que suelen dividir las publicaciones locales los complejos entramados que prefieren ignorar cuando no aportan a sus discursos mercantiles de turno. Aunque cada vez hay menos que leer en esa revista, han habido momentos en los que ha tomado el pulso a la escena local, como parte de uno de los periódicos en lo que algún rezago de crítica artística ha podido subsistir.
En el recuento mencionado, el repaso a las últimas dos décadas de producción artística no incluía el nombre de una sola mujer. En las dos páginas dedicadas a la “cultura” la única imagen de una mujer era la de Blanca Varela. Esta exclusión es sintomática de las condiciones de los sistemas del arte en el país y su relación con los medios de comunicación, activos generadores de un parnaso de prominentes figuras masculinas de gran demanda en el mercado. Es por eso que no es de extrañar el perfil bajo que la trayectoria de Teresa Burga ha mantenido hasta que Miguel López y Emilio Tarazona decidieron, afortunadamente, investigarla.

Sobre todo cuando sabemos que desde el inicio de su carrera, Teresa asumió su quehacer como algo que existía ajeno a los vaivenes y tendencias de la compra y venta. Sin preocuparse por un reconocimiento traducible en lo mediático o lo tasable, su uso del tiempo parece haber obedecido a un ritmo muy particular, totalmente maleable a sus necesidades de experimentación. Quizá cargado de la densidad del tiempo cuyo transcurrir se hace notar al emplearse en actividades impersonales o monótonas, como las que podía realizar en las aduanas, donde trabajó gran parte de su vida para mantener la independencia que le permitió llevar tan lejos la “improductividad” del trabajo artístico.

Cuando conocí a Teresa en el 2007 para restaurar la “cama-mujer” que se mostraría en la exposición “Arte Nuevo”, me sorprendió la desafección con la que se expresaba sobre las creaciones, que conservaba entonces aún en desorden, por diferentes partes de su casa. Años de existir sin recibir atención o comentario alguno contrastaban con la gran emoción que Miguel y yo compartimos entonces al descubrirlos. La ausencia de interlocutores que había caracterizado su proceso artístico, contrasta también enormemente con el espacio que su aparición en la historia del arte peruano reciente llena para personas como yo, que encontramos de pronto un importante referente hacia donde mirar y que podemos alegrarnos y enorgullecernos de sentirnos en cierta manera herederos de algunas de sus preocupaciones y estrategias.


Pero una mayor difusión de su obra no hará que Teresa cambie su forma de contarla, pues para ella parece haber sido siempre natural tener una idea y llevarla a cabo, y no parece encontrar mayor mérito en este hecho. ¡Como si para todo el mundo fuera lo normal ver hecho realidad algo que imaginó!, ¡Como si todo el mundo se atreviera a probar tantas maneras de hacer las cosas, tantos lenguajes y códigos distintos! ¡Como si fuera lo habitual despreocuparse de categorías, etiquetas, expectativas ajenas y de las estructuras del contexto! Por eso creo que en la foto frontal de “Informe autorretrato”, Teresa se ríe ligeramente. Sabe que está concretando otra idea y que de esa podrá pasar a otra, porque tal como cita Marie-France Cathelat a Mercedes Cabello en el libro, “toda idea invita otra mayor que la ha de suceder”.

En este caso podemos ser testigos de la variedad de recursos con los que Teresa materializó lo que miraba y pensaba. Y en el conjunto de piezas que he conocido a través del libro me sorprendió encontrar la “Estructura Propuesta Sonido”: partituras realizadas en base a un poema de, nuevamente, Blanca Varela, con quien creo que Teresa comparte la discreta concisión de quien mira con distancia, atentamente, los fenómenos pero sin pretender traducirlos o explicarlos. Los disecciona y ofrece pistas, señalamientos específicos, aparentemente desapasionados pero que expresan latencias, pulsiones de un compromiso vital de orden mayor, de una voz que no se debilita por existir solitaria y cuyos caminos tocan sutil pero íntimamente a quienes están a la escucha.
Desde hace un tiempo vengo pensando qué preguntas deberían incluirse si se hiciera una nueva versión de “Perfil de la Mujer Peruana”, a 30 años de su elaboración, por parte de Teresa y Marie-France Cathelat. Aquel proyecto inclasificable por ser participativo, de investigación, procesual, editorial y expositivo abarcó un abanico de temas cuya actualidad y carácter de urgencia, respecto a los temas sobre los que llamaba a la reflexión, lamentablemente, se mantiene casi inalterada. Tres décadas después de que esta artista y esta investigadora se unieran para tratar de poner en debate cuestiones tradicionalmente invisibilizadas en nuestro país respecto a los alcances y límites del rol de la mujer en la sociedad, la primera candidata presidencial con reales posibilidades de ganar, usó su condición de mujer y de madre como garantes de una honestidad y confianza que poco tenían que ver con su prontuario y el de su partido. Así también, las recientes opiniones que declararon la inutilidad del Ministerio de la Mujer al habérsele quitado la responsabilidad de los programas sociales, evidencian la preeminencia del imaginario que equipara mujer con familia e, independientemente de la pertinencia de dicha institución, muestra una alarmante indiferencia hacia la agenda pendiente en temas de género. En el año 81,
“Perfil de la Mujer Peruana” planteó abiertamente preguntas que hoy son aún consideradas tabú, y que son ineludibles para alcanzar la autonomía de la mujer para empezar, respecto a su propio cuerpo.
En ese sentido rescato el comentario de Mirko Lauer, cuando en el libro sostiene “mi impresión es que lo que nos están diciendo es: nosotras podemos hablar en términos artísticos sobre la mujer y decir cosas más importantes, más interesantes y más relevantes de las que probablemente 120 años de lienzos en este país han presentado. Nosotras estamos en condiciones de superar esta visión artística de la mujer en el Perú e ir más allá de lo que la vista da, ir más allá del ojo, y hacer una especie de corte transversal de esta realidad y, gracias al recurso de liberar el arte de la pura visibilidad, del recurso básicamente primitivo de presentar la imagen pintada, crear un conocimiento de tipo nuevo.”
Leer esta cita de hace treinta años me hizo recordar algo que leí hace tres meses en la introducción que Pablo Oyarzun hace a su traducción de “El Narrador” de Walter Benjamin: “el índice fundamental del “presente” es la complejidad de las relaciones que constituyen el mundo moderno, una complejidad que impone por doquier el trabajo de la mediación (…) El mundo como obra humana desplaza a la obra de arte como reflejo del mundo (…) De ahí que también la única vía por la cual sea posible hacerse cargo de tal complejidad, llevando a la concreta realización de ese mundo como espacio histórico de la libertad realizada, es la misma que está en las bases de su progresiva construcción, es decir, el desarrollo pleno de la reflexión. Esta, en un sentido general, podría referirse al modo de producción del mundo moderno en cuanto tal, cuya experiencia matriz tendrá que ser, de ahora en adelante, reflexiva, no reflejada.”
Admiro a Teresa porque ejerció libremente el desarrollo pleno de la reflexión y lo seguirá haciendo, según me han contado. Admiro a muchas artistas mujeres que no salen en recuentos pues carecemos de espacios serios de crítica de arte. Y admiro a muchos artistas hombres que también liberan con su quehacer las posibilidades del arte y el conocimiento, siguiendo sus intuiciones solitarias hasta volverlas algo para compartir, como han hecho Miguel y Emilio con este libro y con las exposiciones por las que conocí el trabajo de Teresa. Agradezcamos que su trabajo no está disperso en casas particulares, si no que es un cuerpo complejo y disponible para ser mostrado y pensado por fin, como lo merece.

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sábado, abril 09, 2011

No a Keiko, hoy y siempre!



Video realizado con spot publicitario de la campaña de Keiko Fujimori para las elecciones presidenciales del 2011. Recordemos un poco el gobierno de su papá, pues aunque se diga que "ella no es el padre", sus demandas de indulto la hacen cómplice. (Extractos tomados de youtube)
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Dicen que somos el atraso (elecciones Perú 2011)



Esta frase utilizada por el artista Alfredo Márquez en su potente trabajo “Katatay” ha venido a mí recurrentemente estos días ante las lecturas que despiertan las encuestas entre los “especialistas”, comunicadores y votantes.
El pánico provocado por el casi garantizado pase a la segunda vuelta del candidato de Gana Perú, Ollanta Humala, desnuda una vez más el racismo imperante en nuestra sociedad, del cual Aldo Mariátegui parece ser el más descarado vocero: “…todo esto es resultado de que nuestra necia clase política bloqueó sistemáticamente el voto voluntario. Estaríamos con otro escenario mucho más sensato en estos momentos, pues los ignorantes –base del voto humalista y fujimorista– no tendrían el abrumador rol protagónico del que ahora gozan básicamente por su afición a reproducirse irresponsablemente y en cantidades industriales (fina cortesía desde hace décadas de la Iglesia católica y su exitosa oposición al control de la natalidad), lo que representa finalmente la mejor fórmula para perpetuar la pobreza”. (Correo, 28/3/2011)
Como sostiene Nelson Manrique “Hay que agradecer a Aldo M. la fresca sinceridad con que exhibe lo que otros derechistas esconden: cómo conciben la democracia y qué piensan acerca de la ciudadanía y la igualdad de derechos y oportunidades.” (La República 5/4/11)
No solo habría que eximir a la gente pobre del deber de votar sino que resultan ser responsables de su propia condición de pobreza, la cual según este raciocinio parece no tener nada que ver con el modelo económico con el que se maneja el país.
La poca profundidad de los análisis que suelen identificarse con esta lógica queda perfectamente ilustrada en el más reciente spot publicitario del candidato Pedro Pablo Kuczinsky, en el cual “el atraso” es representado usando fotografías de gente y paisajes de la sierra y “el progreso” usando vistas del distrito de San Isidro. La chatura de las aspiraciones alienantes del candidato y de muchos de sus votantes son resumidas en una estrategia de marketing desconcertante por la manera en que da la espalda a la realidad del Perú. Cabe preguntarse si Kuczinsky sabe que las fotos usadas para el spot fueron tomadas por Martín Chambi y si ha habido alguna autorización previa para su (abyecto) uso, pero eso debe ser un detalle menor para los ocurrentes publicistas.
Ante tales exhibiciones de autosuficiencia y estrechez de quienes se creen dueños del buen juicio y la verdad, aunque solo lo son de los medios de comunicación desde los cuales la pontifican, me queda la duda de si nos estamos preguntando lo suficiente por nuestras propias concepciones de lo que estas categorías representan.
Yo tengo claro que no puede haber crecimiento sin igualdad y que un gobierno no puede ser considerado bueno si sus acciones no se encaminan hacia ese objetivo. Muchos califican el gobierno de García de “bueno porque mantuvo el crecimiento aunque no hubo mejoras en la educación”. Para mí es al revés. Ha sido un gobierno malo pues no mejoró la educación, aunque hubo crecimiento económico. La ciega mezcla de ambición y ansiosa ilusión por acercarnos al primer mundo (al menos lo tenemos en San Isidro o el Jockey Plaza “¿ya fuiste a su nueva ala? ¡parece otro país!”) ha hecho perder la perspectiva a gran parte de la población que no tiene escrúpulos en perpetuar un regimen que prospera a costa del malestar de las mayorías y de bienes comunes no renovables. Las industrias extractivas no sólo contaminan sino que desplazan y desaparecen comunidades indígenas en lo que es una violación sistemática de derechos humanos que no ha cesado en los últimos gobiernos. ¡Sin siquiera beneficiar plenamente a los peruanos!
La condición de intocable de la que goza la candidata Keiko Fujimori por parte de la prensa y la mayoría de candidatos es la muestra del mayor atraso en nuestra clase política y gran parte de la sociedad civil. Una falta de coherencia total con los “valores democráticos” por los que tanto se rasgan las vestiduras cuando les conviene y una preocupante cercanía a la prevalescencia de la impunidad ha ensombrecido esta campaña desde sus inicios, haciendo que, contrariamente a lo que podría considerarse inimaginable, la tengamos a punto de pasar a segunda vuelta.
Verdadero crecimiento sería lograr una sociedad que no permita que la hija de un dictador pueda seguir sus pasos. Verdadero crecimiento sería poder dialogar respetando las opiniones de todos los interlocutores y preocuparnos por que existan las condiciones para la formación de criterios propios.
Es irónica la ingenuidad de quienes agradecen que Mariátegui hable por ellos mientras sueñan con que el Perú se parezca cada vez más a países que admiran nuestra variedad cultural y biodiversidad. Buscar la homogenización de nuestra sociedad hacia un modelo considerado como emblemático de la modernidad es lo menos progresista que puede haber. En el reconocimiento de la necesidad de aprender a convivir con nuestras diferencias está el verdadero nicho para un crecimiento profundo y duradero.
Atraso es no confrontar frontalmente a la corrupción y a las cúpulas que negocian en desmedro de los intereses nacionales.
Atraso es regalar y explotar indiscriminadamente nuestros recursos naturales mientras el mundo se encuentra en la búsqueda de fuentes renovables de energía y son inminentes las consecuencias del cambio climático.
Atraso es permitir que la base de nuestra economía despoje de sus tierras y derechos a hombres y mujeres muchas veces considerados “ciudadanos de segunda categoría”. Atraso es la discriminación, la falta de capacidad de indignación y la indiferencia frente a la miseria.
Independientemente de nuestros votos del domingo 10, denunciemos abiertamente el racismo de todo tipo: el más solapa, el condescendiente y el orgulloso.
Y expresemos nuestro rechazo a Keiko Fujimori y su misión de conseguir el indulto al dictador, con el apoyo de su hermano Kenji como probable presidente del Congreso.
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lunes, setiembre 29, 2008

Como seres de Cocteau

Luis dice:
fue el amante
Luis dice:
un tipo de 45 años
Luis dice:
lo estan buscando
Luis dice:
fue un crimen pasional

Empecé este blog por la impresión que me causó Tarnation, hace mucho tiempo. Lo he dejado abandonado, pero de vez en cuando ciertas cosas me hacen volver a las ganas de postear. Casi siempre son motivos de celebración.
Hoy es la muerte de Cocó.
Y no son ganas, es pura reacción, es instinto, es algo raro y fuerte, como la pena que me ha dado.
Cuando lo conocí me sorprendió un poco su aparente sequedad. Me reconfortó ver que teníamos varias cosas en común mientras conversábamos y así dejó de importarme el parecerle muy lorna con las preguntas que le hacía para mi fanzine.
Esa distancia desde la que hablaba era natural a alguien para quien lo más importante había resultado ser el poder encontrar y defender un espacio íntimo de ilusión y dulzura dentro de la sociedad, con la que estaba tan disconforme.
Que cruel que ese espacio haya sido violentado de este modo.
Luis tiene razón, se siente un gran silencio ahora.
Por suerte las canciones de Cielo lo invadirán suavemente.


4 páginas de la entrevista que le hice para 2 Chicas, a comienzos del año pasado cuando vino, y nos hizo bailar...

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jueves, julio 24, 2008

Influencias de la hermana

Hoy regresé a casa en bici de madrugada luego de beber, después de mucho tiempo, como antes. Tan dueña de la pista me sentía, tanta pericia era la mía que hasta contesté un par de mensajes de texto en el celular con la mano derecha mientras con la izquierda sostenía mi chueco timón.
Y me dieron ganas de postear algo después de mucho tiempo, a pesar de la cantidad de listas mentales de cosas posteables que he hecho en estos meses, y sobre todo a pesar de este artículo tan paja que me mandó mi hermana ayer.
Estaba muy de acuerdo en todo, pero sufría porque a diferencia del autor, todavía mantengo mi capacidad de leer textos largos en libros, pero no en la red. En realidad nunca he disfrutado mucho leer desde la pantalla, al menos cosas extensas, y seguir este artículo de principio a fin me costó. Pero valió la pena ser consecuente y llegar hasta la última línea mientras mi rabillo del ojo rogaba porque la barrita al lado de la pantalla bajara más rapidamente. Y luego Juan me contestó el envío de ese link, con este otro, quizá incluso mejor que el primero por la concisión y la inclusión de una cierta emotividad autobiográfica a la que como es sabido, pocas veces puedo resistirme.
En los últimos años he recuperado mi hábito de leer, olvidado durante mucho tiempo (de lo cual responsabilizo abiertamente a la facultad de artes de la católica) y el lado material del asunto es indesligable para mí del placer de la acción y de la asimilación de lo leído: desde los olores del papel hasta subrayar y anotar cosas a los lados de los párrafos que conecto con ideas que rondan mi cabeza en el momento en que elijo un libro determinado. Ordenar los libros o fotocopias de textos de acuerdo a las relaciones que establezco entre ellos me resulta mucho más atractivo que acumular direcciones en los "favoritos", a los que casi nunca vuelvo.
Pero desvarío a raíz del artículo en cuestión y porque el montar bicicleta por el malecón de madrugada me dio ganas de escribir en el blog sin saber realmente acerca de qué.
Recuerdo que la semana pasada pensé escribir algo acerca de Los Malditos Gatos de Lima, luego de verlos por primera vez en concierto. Me gustó que la vocalista sea una chica que no aparentaba a primera impresión la actitud que luego tendría en el escenario: desenfado total al empujar a su compañero guitarrista en su divertido pogo de a uno y al frotarse contra el suelo, pero sobre todo al tratar de cantar con su caja de cartón con huecos puesta en la cabeza. Se la quitaba y volvía a poner mientras tocaban una mezcla de Surfing bird con Demolición, que en vez de tatatatayayayaaaa decía "somos los gagagagagatoooos", con los que se ganaron mi incondicionalidad. Con esa y con otra potente y sencilla canción, una especie de grito de independencia de escueta rabia que coreaba algo así como "esta noche la pasaré bien y contigo no será".
El baterista era gordo y grande. El bajista flaco y alto, como sacado de alguna historieta de fanzine ochentero, con bandana en el cuello y una energía epiléctica de las necesarias para convencer cuando se toca "plagio punk". Así que un poco de muchos músicos se me venía a la cabeza mientras los oía, incluyendo a Daddy Yankee por su divertido cover de Rompe rompe rompe break it down(¿cómo no notamos antes el oculto sentido punk de la letra del boricua?), camuflado en la vibración crampsiana que tuvo la tocada en general para mí.
No recuerdo las otras cosas en mi lista de elegidos para revivir el blog con bombos y platillos, pero para terminar esta pequeña improvisación, tendría que aclarar que el dominio del pedaleo luego de la rica rubia, y el grado de placer no hubiera sido el mismo sin el acompañamiento musical de The trojan reggae sisters, y la arrulladora voz de Susan Cadogan en los audífonos.
Pero como no tengo sueño aún, romperé el estado de ensoñación en que me dejó la jamaiquina para caer en las garras del vicio que me contagió mi hermana hace unos días, el poderoso Dinky Smash. Aún me sorprendo de haber caído de este modo, no me pasaba así desde Mario World.

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miércoles, abril 09, 2008

Memoria Power Pop



El fin de semana pasado estuve en ciertas situaciones que me hicieron recordar experiencias del pasado cercano. Una fiesta a la que asistí el viernes y en la que puse música, me hizo recordar mucho los últimos años. Había sido testigo toda la semana del amor que pusieron estos amigos en planearla, pidiendo con mucha anticipación los sets lists, haciendo regalos para los asistentes, mandando mails, y divirtiéndose imaginando los outfits de la noche. Me hicieron pensar con nostalgia y cariño en un grupo de amigos que me salvó la vida durante el último ciclo de la universidad, en que estaba a punto de explotar de la impotencia, el aburrimiento y la depresión. Nos conectamos por compartir intereses comunes alrededor del cine, el video y la música y nuestra forma de conocernos fue justamente intercambiando todo lo posible, todo el tiempo. Nos reuníamos a ver películas, así fuera apretados en una cama frente a la pequeña pantalla de una lap top, arrimados en el piso, o a veces con más suerte, con algún proyector robado. Las computadoras estaban permanentemente bajando cosas y nosotros buscando escapes para los invariables puntos de baile limeños. Mi amistad con Rat y Deb nació en la discoteca Miami Beach, mientras reforzábamos nuestras ganas de que hubieran más cosas organizadas por chicas, más chicas djs, o simplemente menos "novias de". Así también pasó con Alan, Luis y Jd, con los que, aunque con menos frecuencia, seguimos compartiendo los nuevos descubrimientos. Ese grupo creció mucho y cambió bastante también, conocimos a los vagos, que nos pusieron sobrenombre también, y a mucha gente más. Surgió Electric Youth y desde entonces, realmente como una familia, nos reunimos, separamos, enamoramos y desenamoramos todo el tiempo. Pero desde entonces entre ellos está la gente con la que más disfruto bailar y a quienes más disfruto ver bailar. Así que fue un placer reencontrarme con el entusiasmo de zambullirme en música nueva para poner a moverse a la gente que quiero, que es algo que no hacía hace mucho.
Agradezco a estos chicos la sensación pre, durante y post fiesta, que me hicieron recordar esas energías y esa etapa en que toda la fuerza de 15 días puede concentrarse en estallar una sola noche. Y con eso basta, hasta que se inventa un motivo para planear la próxima.
Al día siguiente había un concierto con motivo de otro aniversario del autogolpe del 5 de abril. En medio del juicio a Fujimori, me parecía una ocasión imperdible para chismear en qué estaba la gente que iba. La selección de grupos era buena, pero finalmente quedó demostrado que esa era la única razón para asistir del público. Razones extrictamente musicales y cero conciencia acerca de lo que se estaba tratando de poner en discusión. El público de monocromáticos chiquillos que estuvo al comienzo, habitúes del centro y de rock en el parque, desapareció luego de corear a Diazepunk y a Aeropajitas. Y el público que se podía ver más típicamente barranquino, fue por Bareto, La Mente, y supongo que satisfizo su curiosidad al escuchar a unos alicaídos Destellos, si es que no los conocían aún, en una versión bastante más deslucida que la que debieron dar más tarde en su tradicional Club Amazonas, donde deben sentirse más a gusto hinchando el pecho con su corazoncito pro chino. No hubieron momentos estremecedores, como en los conciertos por la paz en Colombia, donde los jóvenes sienten bastante más hondo la coyuntura local, ni aunque sea una abstracta pero potente sensación de descontento en el aire como años atrás se sentía en el Campo de Marte, en el estadio de Miraflores o otros lugares donde se organizaron cosas parecidas en momentos que ahora se revelan tan distintos.
De ese día me quedo con el placer de ver a la bajista de Laurita Pacheco, ondeando su larguísimo pelo al compás del arpa, el baile con Jeni en el backstage y nuestro desconcierto al ampayar a la monstruo cortándose las uñas en medio de las canciones más toneras. La intromisión de un globo rojo en medio del pogo más punkeke y mi sorpresa ante la emoción que aún me transmiten algunas canciones de Aeropajitas en vivo, pogueadas con los amigos, a pesar de las sayonaras y los dedos pisoteados, que creo que fueron la sensación más cercana que tuve esa noche a la uoouoouooouooo...Resistencia!.
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martes, febrero 26, 2008

chicas en el mar

Tenía pensado hace días escribir acerca de unas chicas que escuchaba conversar el otro día en Cascadas. Eran un par de púberes que evitaban al sol bajo la sombrilla mientras hablaban del sabor del pollo del Norky`s. Trataba de escuchar el resto de su conversación, pero me distraía la imagen que tenía al costado: un familia conformada por una madre, un padre y una hija de unos 19. Me daba curiosidad que pensaría el padre, casi anciano, del cuerpo de su hija, tan bonito. No podía dejar de mirarla cada cierto rato, hasta que me concentré en la madre que llegaba con un pequeño balde de plástco a mojar las manos del padre, que en ningún momento se acercó al mar. Pensé entonces en las playas de más al sur y me preguntaba si 90 kilómetros más abajo, eran las madres de familia también las que llevaban agua a los padres, o eran personas con sueldo y uniforme. Me sentía afortunada de estar en esa playa, con tantas cosas para mirar y mi hermana a mi lado, comentándome lo que veíamos casi telepáticamente.
Una ola grande llegó cerca de nosotras y tumbó una carretilla de helados, causando un entusiasmado alboroto. Creo que la gente imaginó un saqueo playero, pero afortunadamente la heladera no sufrió más que el susto. La gente reía con ganas, sin temer señalar o mirar fijamente.
Había pensado en un final que sonara lindo para este post, luego de tanto tiempo sin hacer alguno. Pero ahora mi cabeza está monotemática, y no puedo escribir sobre lo que de verdad me importa. No puedo verbalizarlo bien, así que prefiero distraerme: voy al cine, leo La Romana, tomo fotos, monto bicicleta y veo a los amigos. Me despierto temprano y el día es largo. Los amigos son una suerte y quisiera que fuera posible que pase el tiempo rapidísimo sin que acabe el verano. Saltar de frente al próximo, quizá o retroceder al comienzo de este. A la primera ida a la playa, a la primera raspadilla, o a antes de eso incluso, al comienzo de todo.
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lunes, diciembre 10, 2007

Los últimos meses...










Desorden de fotos de octubre, noviembre y diciembre.
Entre tanto desorden:

Volvió Diego, con su chica, y los inoperantes se reunieron otra vez.
Vino Martín.
Perdí mi discman, la conciencia y los papeles, gracias al exceso de pisco y buenos momentos junto al malecón.
Me reencontré con un amigo que estuvo casi en coma y ahora espera un hijo.
Hablé en una charla, con público y micrófono. Por primera vez del otro lado de la mes, todo se veía gracioso y yo no dejaba de mover las piernas, pensando que un mantel me cubría. Un señor dijo que yo tengo "todo el mundo por delante".
Volvió Kristy, tan fugazmente que para algunos fue leyenda urbana.
Un hombre nos dijo que éramos buenas y puras y que debía advertirnos que los extraterrestres estaban buscando con quienes mejorar su raza, porque el exceso de tecnología los había hecho olvidar lo que es el amor.
Me pelié con unos serenazgos.
Tres amigos queridos inauguraron exposiciones.
Dos amigas queridas presentaron sus libros.
Presentamos finalmente nuestra revista, y casi ni se notó de tanto que bailábamos.
Comí comidas caseras hechas con amor. (Me han estado alimentando mucho)
Pedí en vano que salga el sol, pero comí muchos helados.
Leí 3 libros, lloré con uno de ellos, y con varias películas.
Conocí un bonito taller y ayudé a reconstruir un trabajo 30 años después.
Atrapé a una ladrona. Me reconcilié con un serenazgo, ahora me quiere y sonríe mucho.
 
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